A Adriana Muñoz, gerente general de la agencia de publicidad AM Coppiano, le brillan los ojos cuando recuerda su época universitaria. En esos días, apenas empezando la década de 1990, el Programa de Publicidad era un técnico universitario donde lo que más se destacaba era la cercanía entre todos: administrativos, docentes y estudiantes, quienes estaban construyendo parte de la historia del primer programa de publicidad en Colombia, mientras recorrían los diferentes espacios académicos por donde hoy, nuevos estudiantes con nuevos sueños transitan y siguen dando vida a un proyecto que ya alcanza 50 años. Y fue esa época, cuando todo era tan simple y el mundo se veía tan pequeño, que estudiar en una acogedora universidad en una ciudad pequeña como Manizales, en la que el frío hace que todos se acerquen aún más, hizo que Adriana sea hoy esa mujer que primero es guía y luego profesional, pues recuerda al programa de Publicidad como ese mentor que le mostró que para ser exitosa se debe amar lo que se hace, amar a aquellos que aportan a mejorar cada paso y disfrutar la vida. Por eso atesora con gran alegría esos días cuando se forjaron grandes amistades que hasta hoy conserva o cuando sucedieron momentos únicos pero fugaces: “Yo fui hasta reina de la Universidad, del primer semestre, cuando eso había unos reinados universitarios. Eso fue hace mil años, es que estudiamos en el año 93”, recuerda entre risas.
Y sin duda, la fórmula de la alegría le ha funcionado, de otra manera no llevaría dos décadas de trabajo sin descanso con AM Coppiano. Porque Adriana es una persona que no teme reflejar en su vida esa alegría que le provocan las cosas simples como las sonrisas de sus clientes satisfechos, ni hacer las veces de una guía que puede dar un consejo a uno de sus colaboradores aun cuando el trabajo esté acumulado, pero tampoco pararse firme cuando debe decirle a alguien que saber dibujar no es ser publicista. Y es ahí cuando la gallina y los pollitos que se ven alrededor de la agencia empiezan a tener sentido, pues ella, además de su trabajo como gerente general, se siente plena al ser una mamá que ofrece el mejor hogar para todo su equipo de trabajo.
Esa clara imagen la comparte con su amiga, compañera y socia, Victoria Coppiano. “Cada una se casó al poco tiempo de salir de la universidad”, recuerda Adriana como una forma de decir que han compartido los más importantes momentos de sus vidas durante los últimos veinte años, gracias a las grandes ideas y personas de AM Coppiano.
Y ha sido esta hermosa posibilidad de compartir, incluso los malos momentos, la que termina haciendo que cada persona sea auténtica, pues se refleja en el otro sin mentiras y con una gran honestidad, lo que finalmente crea cimientos verdaderos y fuertes para progresar. Por eso, la autenticidad es la clave para que cada proyecto tenga luz propia y una publicista pueda ser también madre, amiga, líder y empresaria, así las personas que la ven desde afuera se pregunten, incrédulas, cómo es capaz de lograrlo.
Adriana, brillante como sus grandes ojos verdes, se ilumina e irradia luz cuando habla de lo que fue su experiencia universitaria y de cómo esta la formó para ser capaz de maniobrar todo lo que se propone; asegura que un publicista egresado de la UCM está formado para desempeñarse en cualquier frente, como ella, fresca pero segura, sabe que con su equipo son capaces de todo, pues allí las puertas siempre están abiertas a las ideas nuevas, a las sugerencias, al cambio, a la renovación y, sobre todo, a la alegría. “Recuerdo la cercanía con los profesores y con el decano. Todas las puertas estaban siempre abiertas, todo era muy cercano”, dice haciendo un paralelo entre esta visión de la universidad y lo que quiere para su agencia.
Por estas razones, años después, cuando AM Coppiano ya tenía un nombre arraigado en Manizales, Adriana volvió a su amado programa de Publicidad para profesionalizarse, para actualizar sus conocimientos y, cómo no, para capturar nuevos recuerdos y nuevas imágenes que sigan convirtiéndose en soporte para transmitir a los demás la misma alegría que en ella ha significado tomar dos veces la misma decisión.
Y esa es Adriana Muñoz. Una mujer para quien ser profesional es irradiar alegría con cada cliente y hacer un buen trabajo es compartir con quienes están a su lado día a día. Allí radica su éxito, en abrir sus brazos, así como unas alas que cubren a todos, que levantan a su compañera cuando está agotada o comparten el abrazo del deber cumplido.