Juan Camilo Gómez de la Pava pasó dos años de su vida preparándose para ser médico. Estaba convencido de que eso era lo que quería, salvar personas. Pero cuando entró a la universidad a cumplir su sueño, se dio cuenta de que sería un espacio en el cual no podía ser creativo, no podía pensar fuera de la caja, se trataba de ser lo más fiel que se pudiera al conocimiento, a cada centímetro que compone el cuerpo humano y a cada línea de texto en los libros de ciencia que debía leer para nunca equivocarse. Y esto representó un punto de quiebre para Juan Camilo, quien aterrizó su sueño para darse cuenta de que para ayudar a las personas había más alternativas y que con su creatividad podía crearlas. Fue así como llegó al programa de Publicidad en la Universidad Católica de Manizales.
Ver que allí las batas blancas no uniformaban a las personas, sino que tener compañeros del Valle del Cauca, Nariño, Quindío y Cauca entre otros lugares de Colombia hacía del salón de clases un universo de formas de ver el mundo, le hizo darse cuenta de que ahora sí estaba donde pertenecía, pues toda esa diversidad, además, era apreciada de forma particular. Encontró que no solo él podía ayudar a las personas, sino que su misma institución se preocupaba por cada uno de sus estudiantes como seres humanos, que no eran un número más en las estadísticas de una universidad enorme.
Fue así como todo este contexto brindó a Juan Camilo un terreno fértil para que pudiera armar su estrategia de vida, una en la que la persona es el centro y la creatividad, el mercadeo, el diseño y todas las competencias profesionales se pueden adaptar para dar a esa persona las soluciones que realmente necesita, así se trabaje en una agencia pequeña o en una de nivel mundial.
Y para explicar bien esto, recuerda dos grandes campañas que le llenan el corazón y que dan cuenta de esa estrategia aplicada al mundo real: “primero está lo de ‘Colombiana’ que es una marca que siempre ha creído en los colombianos y que tiene la música dentro de sus ejes de comunicación. Lo que hicimos fue sacar una nueva referencia que se llama “Colombiana Chocó”, y cada vez que la gente compra una de esas botellas, se destina un porcentaje de la venta a pagarle el estudio de iniciación musical a más de mil jóvenes en el Chocó, eso es parte de una acción con la que se construye y al final se logra construir país. Luego lo de MasterCard, teníamos un gran reto y era que en su momento se tenía un lema de comunicación que era “para todo lo demás existe MasterCard”, pero cuando lo llevábamos a la gente, decían: “bueno, ustedes ¿qué hacen con esas otras cosas que no tienen valor?”, entonces decidimos escoger una población del país, también con altos problemas de vulnerabilidad, un barrio de Bogotá. Juntamos personas, incluso trabajadores de MasterCard en Colombia, y fuimos a devolver un poco de esos momentos que no tienen precio pintando y actualizando muchas de las fachadas de estas casas que estaban en condiciones bastante precarias, con esa activación nos ganamos un premio que es muy relevante y es darle una vida más digna a personas que lo necesitan”.
Y haber logrado estas satisfacciones como ser humano y como profesional a través de estas acciones y otras más que desde su trabajo son coherentes con quien es él, se las agradece a la universidad, pues ahora sabe que esas materias de ‘relleno’ como las llamaban, son polos a tierra que con el tiempo no dejan que se esfume ese sueño con el que entró cuando solo era un adolescente, que lo mantienen con los pies en la tierra y le hacen ver que la ética es innegociable. “El hecho que alguien no tenga una experiencia particular que uno considera que es importante, no significa que esa persona pueda tener menos conocimiento. Siempre fui muy abierto al conocimiento, al que podían entregar los diferentes docentes, siempre con apertura y en ningún momento con celos al respecto. Eso hoy todavía lo aplico, creo que no hay nadie con el que uno se relacione que pueda ser menos o más que uno, sino que hay que aceptar, entender y tratar de aprovechar al máximo el conocimiento del otro y lo que quiere compartirle a uno en la vida”, reflexiona Juan Camilo.
Por eso sabe que entrar a definir el éxito es una discusión en la que todo el mundo tendrá su punto de vista y, seguramente, la razón, pues la formación y la experiencia de cada uno son las que guían el camino de las decisiones que se consideran correctas: “si siempre ponemos a la persona en el centro de la solución, esa es la forma en la que más podemos aportar al mundo y tenemos mucho todavía por hacer”.