Sebastián Villegas es fotógrafo documental. Con sus fotografías no quiere mejorar la belleza, aumentar el atractivo o dar rostro a una marca. Su fotografía muestra lo que es el mundo: crudo si debe ser así, triste si no hay remedio. Por eso, define su trabajo como una manifestación de honestidad consigo mismo, con su carrera y su pasión. Y la antepone a todo, pues sabe que es muy fácil que la palabra ‘publicidad’ ensordezca a unos oídos a los que después se les quiere hablar sobre en qué consiste la fotografía más allá del producto. No porque la fotografía comercial esté mal, sino porque sabe que lo que él hace va más allá de esto y lo hace por absoluta convicción.
Sus inicios estudiando Publicidad en la Universidad Católica de Manizales no fueron los más fáciles. Para Sebastián la publicidad no era el pretexto para ver fotografía, sino que los espacios y equipos de fotografía que allí encontró significaban tanto y lo llenaban de tanta alegría que podía continuar con las demás materias. “Creo que en primer semestre había una materia de fotografía, solamente la daban en un semestre y fue de alguna manera, no un incentivo, sino como sacrificar algo que me venía gustando hacía mucho. No contaban con muchos espacios para dedicarse netamente a esto, pero sí con los equipos, y a muchos de ellos me daban acceso, por ejemplo, recuerdo que había un scanner para negativos y me servía un montón, yo en ese entonces disparaba con cámara análoga para digitalizar mis negativos”, recuerda.
Pero entre su mirada fija a los negativos, el encanto de la publicidad empezó a hacerse su espacio en la vida de Sebastián y él no le fue esquivo. Incluso, se dio cuenta de que no tuvo que sacrificar nada porque, al contrario, encontró que se le estaban brindando herramientas que complementaban su perfil documental sobre manera, y que conocer de antropología y de sociología era invaluable para su oficio y para lo que quería mostrar con él. “Un fotógrafo tiene muchos roles y no solamente cuando uno viaja a hacer fotografía comercial, sino cuando uno viaja a hacer proyectos con comunidades en la selva uno entiende que ahí hay posturas sociales, antropológicas, biológicas; entonces no es solamente pensar “yo soy publicista y ya”. Yo creo que hay que nutrir muchos campos, hay que entender qué es lo que está pasando, hay que estar actualizados. Para mí el fotógrafo es una figura muy importante dentro de la sociedad porque sin él prácticamente no tendríamos memoria en la historia. No sabríamos de las atrocidades que fueron la Segunda Guerra Mundial, lo que fue Afganistán, lo que está pasando en Siria”, cuenta con gran pasión Sebastián a pesar de ser de pocas palabras.
Él prefiere hablar a través de sus lentes y su obturador, que sean las imágenes que salen de estos diálogos esa carta de honestidad que refleja lo que piensa del mundo, lo que él ve cada día. Por eso, a veces lucha un poco, a modo personal, con el foco de atención en que se convierte por participar de una campaña comercial o figurar, pero trata de compensarlo al pensar que a través de estos logros también es posible que el papel del fotógrafo cada vez sea más valorado y se le dé más crédito al profesional y no a la máquina. “En el 2016 apliqué al concurso de fotografía deportiva más grande del mundo. Lo hacen cada tres años y aplicaron como seis mil fotógrafos de todo el mundo y yo quedé entre los doscientos finalistas. Nos publicaron en un libro hermoso, gigante y los contratos eran increíbles. Pues, el nivel de respeto que le daban al fotógrafo no era como el contrato donde vamos a blindarnos del fotógrafo, sino al contrario, vamos a firmar un contrato para que el fotógrafo se blinde de cualquier atrocidad que nosotros vayamos a hacer en contra de él. Yo pienso que, en Colombia y en general en Latinoamérica, hay mucho por hacer de todos los campos y hay que construir mucho para este tipo de campos que son como tan dejados y tan subestimados”.
Aunque el inicio no fue el más sencillo, Sebastián sabe que su paso por la universidad fue definitivo para conservar esa honestidad consigo mismo, esa que se perdonaría si no se aprecia en una fotografía, esa a la que a veces hay que explicarle que también se debe ganar algo de dinero para seguir por el mundo. Por eso agradece haber tenido esa experiencia en una ciudad, universidad y programa pequeños, donde era más sencillo acercarse a la honestidad de cada uno, donde se podía hablar con verdaderos seres humanos.
Un lugar en el que cada mañana, cuando el frío todavía no ha nublado el día, los nevados que rodean a Manizales se alzan imponentes y silenciosos en el horizonte, dándole a Sebastián un aire de infinita transparencia antes de bajar unas escaleras que lo adentrarían a un mundo donde, a pesar de todo, encontró su lugar.