Apenas empezaban los años 90 y Manizales se convertía en hogar para muchos jóvenes que querían seguir un sueño llamado publicidad. De Medellín, Cali y Bogotá se juntaban con los caldenses talentos que hoy son reconocidos como algunos de los mejores publicistas del país. La gran creatividad e inclinación del programa hacia el diseño, atrajo la atención de aquellos que buscaban encontrar un lugar donde depositar su genio creativo, un lugar que fuera como un pozo al que se arroja una moneda y se saca un sueño cumplido.
Y uno de ellos es Armando Rico. Entre su búsqueda de un lugar donde encontrara aquello que satisficiera su anhelo profesional y, a la vez, su particularidad fuera bien recibida, Armando encontró a la Universidad Católica de Manizales. Un lugar donde la originalidad, las ideas diferentes que ya se destacaban por todo el país y la ética que necesitan los profesionales se entretejían para hacer una experiencia única y inolvidable. Y es que, para Armando, su paso por el programa de Publicidad no puede describirse sin mencionar a sus compañeros, hoy amigos del alma, pues él hoy no sería quien es si no fuera por toda esa combinación de elementos que confluyeron en Manizales en ese momento cuando todos trataban de empezar a ser adultos, de jugar a ser responsables y cumplir con las exigencias del estudio, mientras sabían que los piercings y los tatuajes eran un tema aún escandaloso.
Pero eso formó a Armando y lo formó en la resistencia. En resistir a lo que traigan los vientos: al que critica su oficio diciendo que la publicidad crea necesidades falsas o al que lo acusa de generar un consumismo innecesario. Él, tranquilo con su conciencia, asegura que el desconocimiento puede generar opiniones desacertadas, aunque, más allá de eso, es la ética de cada profesional la que puede hacer la diferencia en la publicidad; no trabaja para ganar premios ni para que una ola de aplausos por una fama efímera lo precedan cuando entra a algún lugar. “Lo más importante de la ética de un publicitario es recomendarle a un cliente lo que realmente uno como profesional siente que ese cliente necesita y muchas veces esa tarea o esa misión se tergiversa por el galardón, por ganar el premio, por acumular números”, cuenta Armando.
Su grito de batalla es la resistencia, el nombre que le puso a su agencia. Un nombre que, sin duda, genera preguntas. En su filosofía de vida, resistir es una manera de cambiar el mundo, de proveer alternativas, aunque no todos consideren que son las adecuadas por no pertenecer al molde. “La resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial, los partisanos en Italia, la misma resistencia contra los Nazis alemanes en Alemania, que finalmente fueron los que abrieron las puertas para que los norteamericanos pudieran invadir Europa, entonces por eso la agencia se llama así”, cuenta con gran convencimiento.
Y es que para Armando esa historia de las diferentes culturas del mundo no llegó por casualidad. Creció en un hogar donde la música, los libros, la política y el conocimiento en general, eran una constante al ser su padre un gran intelectual, lo que hizo de su casa el primer recinto de aprendizaje y una oportunidad que se daba cada día para llevar la mente a nuevos escenarios.
Es así como este romántico de la resistencia de la vida explica que hacer parte del mundo publicitario es aprender diariamente a oponerse a la idea de que todo ya se sabe. Quien estudia Publicidad no solo debe estar dispuesto a pasar por la universidad, sino a trabajar cada día en su oficio, a mejorar y a reinventarse así se lleve décadas creando, y dentro de esto está la capacidad de retarse a sí mismo siempre que la vida presenta delante alguien más talentoso, más habilidoso, más capacitado, pues esto solo significa que de esa persona se puede aprender, no que se debe pensar ‘apague y vámonos’.
Además, agrega, tener los pies sobre la tierra hace que el publicista no se eleve sobre los demás, sino que pueda sentarse codo a codo con el cliente y dejar seguir el camino de su equipo con la confianza de que lo harán bien. “A veces los creativos todo el tiempo pensamos que tenemos que hacerlas todas nosotros y mucha gente cuando nos ve, ve la carrera y los premios dicen: uy, este ‘man’ es un duro. Pero no soy solo yo, es mi equipo y aprender a trabajar en equipo es desprenderse un poco ese ego”, concluye Armando, quien a lo único que no opone resistencia, es a ser él mismo.