Carlos es de esas personas que no son capaces de quedarse quietas. Siempre quiere hacer algo, descubrir algo nuevo, generar ideas y, sobre todo, buscar que el mundo lo sorprenda. Y esa fue una de las razones para estudiar Publicidad. No se imaginaba sentado de lunes a viernes en el mismo escritorio en un horario de 8 a.m. a 6 p.m. Siempre imaginó sus días como estar viviendo una página de un libro diferente, como un reto que, a pesar de lo inesperado, lo sorprendiera de la mejor manera y lo llevara a dar lo mejor de sí para sorprenderse a sí mismo.
Fue así como el programa de Publicidad de la Universidad Católica de Manizales fue para Carlos Arredondo un trampolín, el cual utilizó para saltar a lo más alto, pero a la vez, a lo más desconocido. Un trampolín para el que, antes de subirse, se había entrenado con la vocación de los profesores que se encontró y la complicidad de compañeros que fomentaban una sana exigencia.
Una vez terminó su vida de estudiante, decidió irse para Bogotá y salir de esa zona de confort que le daba tener el control de su vida, su ciudad, sus amigos y universidad, para comprobar en el mundo real que, efectivamente, lo habían formado con las mejores herramientas para abordar la profesión con ese miedo saludable que hace sentir que la decisión tomada es la indicada.
Y no se equivocó. Cada paso que daba le reiteraba que estaba en lo correcto y que esta manera de vivir, de aventurarse en un nuevo proyecto de vida cada vez que pudiera, era lo que siempre había soñado y a través del mundo publicitario podía moverse con facilidad y flexibilidad para hacerlo realidad. Así pues, tras dominar un poco la experiencia de vivir en Bogotá, decidió arriesgarse a ir un poco más lejos y con un amigo y mochila al hombro, se fueron Argentina.
Allí también encontraron trabajo y Carlos no solo se sorprendía de sí mismo, sino de lo que el mundo le ofrecía como recompensa por ser decidido. Tras estos grandes saltos desde su trampolín, Carlos regresó a Colombia por un tiempo para luego echar raíces en Costa Rica, su lugar de residencia actual y desde donde trabaja para Geometry, una agencia que, contraria a lo que puede indicar su nombre, tiene esa versatilidad y maleabilidad para ofrecer al cliente y al mundo alternativas comunicacionales que no se limitan a un comercial radial o a una valla, sino que trascienden fronteras y sorprenden; precisamente lo que constituye la esencia de Carlos.
“En algún momento con Samsung fuimos a generar educación en lugares alejados para chicos que no tenían acceso a este derecho, y con Coca-Cola llevamos la navidad a lugares donde no se vive igual que en las principales ciudades del país. Así que yo creo que cuando vos entendés tu marca y entendés que desde cada territorio que es único se puede construir y generar cosas muy buenas. Luego, necesitás llamar a tu cliente para que él también sienta que lo puede hacer, y creo que esa es la búsqueda diaria: encontrar en el cliente un aliado lo suficientemente fuerte para que sus marcas vivan más en un propósito que en un producto”, sintetiza Carlos con una pasión presente en la pronunciación de cada palabra en medio de una particular forma de hablar en la que se sienten todos esos territorios que ahora hacen parte de él.
Carlos habla rápido, a veces tanto, que se le pierde el hilo de lo que decía, “¿qué era lo que seguía?” repite un par de veces, pero luego retoma y continúa diciendo que lo que más le agradece a la UCM es que siempre tuvo esa apertura para brindarle conocimiento. No hubo un solo momento en que las ganas de aprender fueran coartadas, ya que la pasión de sus docentes era transparente. Y eso Carlos nunca lo olvidó, por eso no importa el rincón del mundo en el que se encuentre, esa experiencia universitaria es para él su ancla, “esa que no me amarra, sino que me mantiene firme y con los pies en la tierra para no desviarme”.
Y es que este manizaleño con pasaporte mundial tiene esa capacidad de soñar sin dejar que su brújula se pierda; sus sueños creativos son como los de un niño que suben hasta el infinito, pero sus estrategias pertenecen a un mundo donde el éxito de las marcas y sus campañas está en ser coherentes con el mundo real: “Nike sacó un comercial que decía “Dream Crazy”, y yo no creo que la gente esté comprando solamente unos tenis por su diseño. Yo creo que la gente los está comprando porque detrás hay un propósito, una invitación a que los sueños no se acaben. Yo creo que detrás de “Dove” hay un propósito y es que la gente reconozca que la belleza vive en cualquier tipo de mujer. Yo creo que detrás de “Coca-Cola” está disfrutar cada momento que tenés en la vida”, ejemplifica Carlos con la experiencia de un trabajo bien hecho, pero, sobre todo, con esa convicción inherente a él de que no se puede dejar de soñar.