Juan David Martínez por poco no alcanza a entrar al programa de Publicidad de la Universidad Católica de Manizales. Cuando presentó las pruebas, tantas personas se habían presentado que su puntuación fue apenas suficiente y entró porque tal vez la vida así se lo tenía preparado.
Su grupo de estudio estaba conformado por casi 60 personas, divididas en 2 grupos para que los docentes dieran abasto con estos nuevos entusiastas de la publicidad. En su época, la era digital aún no tenía el ‘boom’ actual y recuerda que fue en esos días en los cuales apenas empezaron a instalar una sala con equipos ‘Mac’.
Por eso, el hecho de que los trabajos tuvieran que hacerse a mano, con rapidógrafo, dibujando los posters o tomando piezas de revistas, dejó en Juan David una huella indeleble. Una huella que él define como arte, pues, aunque para nada demerita la creación digital, cuenta con un poco de nostalgia que el tiempo que se invertía para hacer las piezas y la autenticidad que cada uno dejaba allí con sus talentos más innatos, producía elementos artísticos, que evocaban una sensibilidad diferente. “Es que el arte es una expresión del ser humano, pero para trascender a una evolución mayor desde la sociología, psicología, antropología y el diseño. Son percepciones que a veces son hasta intangibles, pero se vuelven más susceptibles o son más de sensibilización de la persona, vuelven a la persona más inteligente, la vuelven con más capacidad de análisis, le dan capacidad de discusión, personas con una interrelación con los demás más certera”, explica Juan David al referirse a esos otros aprendizajes que le dejó la universidad, esos que le dejaron marcas no solo intelectuales, sino donde su cuerpo completo se mezclaba con su trabajo.
También recuerda con gran emoción, casi reviviéndolo, lo que fue su seminario de grado: “trajeron expertos en el mercadeo, en la publicidad, en el área de música, en el área de la psicología. Pero era gente que uno decía: este es el ‘sensei’. Fue espectacular, a mí me encantó. Yo creo que el día que salimos más temprano fue a las 12:00 o 1:00 de la mañana. Había días de 3:00 de la mañana, varias veces nos amanecimos, por ahí unas cuatro veces, hubo unas los domingos y lo hacíamos hasta la tarde”.
Todo esto forjó a Juan David con cincel, por eso intenta rescatar el arte en cada momento, imprimirlo en cada una de las decisiones más importantes de su vida como profesional. Como la hermosa historia que, para él y su primo y socio, Carlos Manuel, marcó el inicio de su agencia CJ Martins. Juan David hacía poco había salido de la universidad y obtuvo un trabajo en Medellín, pero antes de poder ir a su primer día, Carlos lo llamó para decirle que su abuelo les iba a prestar el dinero para montar su agencia y que podían pagarle cuando pudieran. “Me llama Carlos Manuel y me dice: “estoy en Manizales y mi abuelo nos va a prestar la plata para un computador, un escáner y una impresora para que empecemos en Manizales, ¿se viene?” y yo: de una. Entonces no alcancé ni a llegar a la empresa, llamé y dije que se me presentó un tema familiar y no podía empezar a trabajar, o sea, ni siquiera fui el primer día. El proyecto lo empezamos en el cuarto de la casa de mi abuelo, donde yo vivía en ese momento, o sea, en mi casa. Éramos mi primo y yo, es más, mi abuelo nos lo podía regalar, pero dijo: “páguelo cuando quieran en la vida”, simplemente nos lo dijo y yo lo entendí después. Era por un tema de que las cosas valen, no porque él necesitara el dinero en ese momento, sino para enseñarnos que era un préstamo y se lo pagamos a los años y rápido tuvimos la plata, pero eso fue un tema muy bonito”, por eso aún conserva ese viejo computador, allí en su oficina, está cargado del arte de seguir el corazón.
Es así como a Juan David le gusta todo lo que es hecho a mano, eso en lo que puede poner lo más que pueda de sí mismo, donde sus manos se ‘ensucien’, se involucren y cada pieza tenga su sello. Ahora se dedica desde CJ Martins a todas las cuentas que les encargan empaques. Unas de las más grandes son Walmart y Alpina, a través de las cuales él puede hacer eso que más lo apasiona, eso que lo ve incluso fácil por el gran talento que tiene; empaques que no solo guardarán importantes objetos, sino en los que él ya ha depositado la esperanza de que otros también vean el arte que vive en ellos.