La experiencia hace al maestro y lo que uno hace es lo que uno es, decía mi padre, un campesino curtido de historias que fabricaba desde sus experiencias y desde las experiencias de otros para deleitarnos frente al fogón de leña que se apagaba con el último cuento inspirado siempre en la fantasía de la vida y en una profunda enseñanza. Él insinuaba desde su saber popular la importancia de reflexionar y estar en relación con lo que se reflexiona. Desde su práctica social inauguraba escenarios que proponían en sus historias nuevas experiencias y proyectaban nuevos sueños. Aquí no termina el cuento, decía cuando cerraba la hoguera el último estallido del fogón que aparecía como por arte de magia al derramar sobre ella un baldado de agua. Luego, muchos años más tarde, leía en la obra de Husserl la importancia de considerar ese mundo de la vida como epicentro de la vivencia y la reflexión sobre ella para inducir la conciencia fenomenológica, y me detenía en Schütz para comprender que las realidades del ser humano las construimos desde esa relación con el mundo social que nos permite hacer consciente el mundo de la vida desde esas múltiples vivencias, que al ser reflexionadas ayudan a configurar nuestro proyecto de vida.
Justamente, el propósito del presente texto es mostrar una forma de hacer investigación social desde esas vivencias que lograron convertirse en experiencia gracias a la constante reflexión sobre ellas y que en el trajinar de mi práctica social investigativa fueron configurando una propuesta de investigación desde la cual se han realizado algunas tesis de maestrías y doctorados y varios trabajos de investigación.
Hay que decir que la práctica de dicha propuesta también generó cuestionamientos respecto de ella, que ayudaron a complementarla y a dinamizar algunas transformaciones radicalmente diferentes a las planteadas en los textos iniciales.
Reflexiones sobre cómo realizar una investigación, que, a la vez que respondiera a esas realidades fenomenológicas del mundo de la vida, reconociera las dimensiones del mundo no vivido y la dimensión de la vida del ser humano apenas en proyección y que se sitúa en una forma de ser de los imaginarios sociales (los imaginarios radical-instituyentes, sobre los cuales volveré más adelante), me impulsaron a realizar esta propuesta de cómo hacer investigación realmente situada en las realidades sociales y en particular en las realidades de la Escuela.
Sin pretender reemplazar la versión de la propuesta que junto con Luis Guillermo Jaramillo asumimos como reto y posibilidad, para abordar de forma comprensiva las realidades sociales desde su particular naturaleza; propuesta desarrollada en el texto “Investigación cualitativa: la complementariedad”(2009), busco en este texto ubicar, desde muchas prácticas reflexionadas, un camino ágil y ejemplificado, que facilite a los investigadores sociales de la educación y tesistas emergentes en general, la elaboración del proyecto, la recogida de la información, el procesamiento, la interpretación y la presentación de los resultados. Esta opción de investigación está dirigida a quienes asuman la construcción dinámica y permanente de las realidades sociales, y en particular aquellos y aquellas, que busquen construir tránsitos novedosos en la comprensión y trasformación de las realidades, desde los imaginarios y representaciones sociales.
Un proyecto desde la investigación situada, bien podría ser una tesis, un trabajo de grado o un proyecto común de investigación que se presenta a cualquier institución y recoge más de 27 años de vivencias en este campo, algunas de las cuales han logrado ser puestas en situación de reflexión y seguramente han ayudado a configurar mi práctica social investigativa. Lo curioso de esto es que muchas de las dinámicas que configuraron estas experiencias no existían antes, pues sus formas y desarrollos fueron planteados en cada instante junto con el grupo de investigadores del cual hago parte. Como los nuevos escenarios que inauguraban las historias inventadas por mi padre, esas historias jamás palabreadas y que se iban tejiendo en el azar de las expectativas de sus hijos y trabajadores, quienes escuchaban con cuidado el desenlace sin final, esta historia de la investigación social en la escuela que quiero contar, esboza, además de lo logrado como experiencia, la proximidad con algunos asuntos que aún están por decirse o que, por lo menos, no se han dicho en los círculos naturalizados, hegemonizados de la investigación social. Esto es, que no son comunes en la investigación social.
La experiencia, la práctica y la constante creación, son tres conceptos de la investigación situada que fundan este texto. La primera como expresión de nuestra existencia en el mundo de la vida, en ese mundo que vivimos en el día a día y que se articula con todo lo que somos como sujetos socio/históricos, la segunda como expresión de la humanidad de todo lo que somos como seres humanos, y la tercera como fundamento de lo que nos hace exclusivamente humanos. Tres categorías que se implican una a la otra, tres categorías que como el nudo de Borromeo expuesto por Jackes Lacan, no se pueden separar de la vida humana. Tres categorías que se unen como el magma propuesto por Castoriadis, para configurar una investigación situada.
En esta consideración, la historia que se propone conjuga estas categorías e implican un trayecto que se juega constantemente entre las vivencias, las reflexiones sobre las vivencias, las creaciones y las prácticas. No se muestra un texto que deduce procesos desde la teoría, ni que se queda en las meras vivencias o prácticas, sino que se proyecta como una historia de vida real, que se juega entre los vericuetos de lo vivido, lo realizado y lo reflexionado, los vericuetos que tiene que vivir el investigador de carne y hueso en esa práctica social del mundo de la vida.
Es entonces un texto que acoge experiencias de muchos estudiantes de pregrado, maestría y doctorado, y de los integrantes del grupo Mundos simbólicos: estudios en educación y vida cotidiana, como uno de los suyos. Son experiencias que, como sugerencias se han ido consolidando en propuestas desde la práctica reflexiva. El texto es una iniciativa que proyecta una alternativa para investigar las realidades sociales de otra forma: una forma que las asume como un constructo social, o sea, que asume la misma investigación como un proceso de construcción social y por tanto no acoge modelos universales. Como tal, se parte de considerar que las realidades a investigar en la Escuela son siempre móviles y apenas en construcción y que, sobre todo son acuerdos sociales. Es un texto donde se asume como teoría básica para la comprensión de las realidades sociales, la teoría de los imaginarios sociales, porque desde ella es posible entender que las prácticas sociales son su más profunda expresión.
Se asume que lo que estudiamos como investigadores sociales son realidades que se consolidan como objetos discursivos, y lo hacemos a veces para comprender cómo se han configurado estas realidades (su génesis), pero también para ver cómo estas configuraciones se movilizan en la actualidad y se proyectan como posibilidad, bien para mantener las hegemonías de sus formaciones o bien para modificarlas o transformarlas radicalmente. Por tanto es una iniciativa que se centra en la defensa de la naturaleza social de los objetos discursivos que investigamos y la ubicación de estos objetos en situaciones de realidad evidente.
La palabra Escuela, en realidad, es originaria del griego antiguo σχολή: skhole que significa tiempo libre dedicado al aprendizaje. O sea, se relaciona con una condición estrictamente humana, en tanto su intención es mejorar una condición previa, que concilia dos dimensiones fundamentales en la vida humana, el tiempo y la necesidad de superación. El tiempo en los griegos era, justamente, kairós, que literalmente significa lapso indeterminado y oportuno en el que algo importante sucede. Ese algo es el aprendizaje libre, pegado a los intereses sociales, pero también a esos intereses radicalmente particulares de cada aprendiz. Por lo cual, el tiempo en esta instancia y perspectiva, es realmente creación, creación de seres humanos, de esos humanos que llegaremos a ser.
La Escuela para los griegos significaba la incertidumbre de la creación, de la voluntad del estar dispuesto para que ese algo suceda. Es, ante todo, un constructo social, un constructo simbólico que no tiene mucho que ver con un lugar.
Fue en la adaptación del latín de este vocablo, que ocurre una degradación hacia el vocablo schola que no es otra cosa que el lugar donde se enseña, el espacio físico, ese recinto que aísla y enajena de los contextos de la realidad social, esto es, en los contextos de relación y comunicación con el otro y el mundo. Es en la Edad media donde tiene objeto este reduccionismo, al asumir los claustros como los centros para el aprendizaje de la lectura, la escritura, la meditación y los oficios religiosos. Estos claustros eran alejados de las realidades de la vida común, tal era el caso de las schola cantorum, que eran lugares para la enseñanza de canticos religiosos.
En este texto preferimos la herencia del griego antiguo skhole, puesto que la Escuela, aquí considerada, es un constructo social que esboza las más profundas significaciones sociales en procura de una humanidad que se quiere y proyecta, e implica en sí misma creación.
La Escuela aquí tratada es un escenario simbólico donde tiene posibilidad el educar, donde tienen asiento: las significaciones sociales sobre el mundo, la vida y la muerte para su organización; las dinámicas funcionales que la hacen posible; y las particularidades de los sujetos que la constituyen. Es entonces un no lugar, escenario de la Alteridad, donde germina el proceso de donación al Otro. Es la génesis de la reflexión, de la creación y del nacimiento, porque es ahí donde se cultiva lo más sagrado y profano del ser humanos en proyección de una ilusión de lo siempre social.
Buscando dar sentido a lo dicho, lo que se encontrará en el texto son procesos prácticos de una investigación situada en la Escuela, acogidos desde reflexiones y algunas posturas críticas sobre otras formas de investigar.
Se asume además, que cuando se hace investigación en situación de la vida real y evidente, se está construyendo teoría social sobre esa realidad, puesto que se está diciendo la realidad desde adentro, desde la voz misma del actor social, constituyéndose en el mayor de los aportes de la investigación social, en un escenario de práctica social cualquiera.
Para ello se plantean en la primera unidad, algunas reflexiones acerca de la investigación situada, en una síntesis de su significación y sus recursos tanto teóricos como prácticos. En ellos, se problematiza: el proyecto (¿qué es y las relaciones entre los proyectos de desarrollo y los proyectos de investigación?); los contenidos de un proyecto (las partes de un proyecto de investigación; y las diferencias entre las prácticas hegemónicas y los linderos de salida de la propuesta hacia una investigación situada) en cuyo marco se problematiza la recolección de la información, tomando como mediación las funciones básicas del discurso en el marco de la lógica del ser/hacer, decir/representar las realidades sociales (Castoriadis, 1989).
En el segundo capítulo se presenta la propuesta de procesamiento y análisis de la información, problematizando algunos aspectos relativos a las coherencias entre la recolección, análisis e interpretación y la excesiva racionalidad positivista de la teoría fundamentada de Strauss y Corbin (2002). Y por último, en el tercer capítulo se muestra una posibilidad para hacer visible la movilidad de las dinámicas sociales, en la lógica de los esquemas de inteligibilidad y las coordenadas sociales.