La investigación constituye hoy en el mundo, y por supuesto, en América Latina, una de las actividades humanas de mayor demanda y reconocimiento como factor de desdoblamiento de la condición humana y su potencial para transformar el mundo de la vida (social-material y simbólico). Al mismo tiempo, es una de las actividades controladas de modo creciente tanto por los gobiernos, como por organismos multilaterales y por las instituciones con sus agendas, sus estándares y sus condicionamientos para financiación, entre otros. En este entramado pareciera que las discusiones de las comunidades científicas y disciplinares se subordinaran a lo anterior, bien por la necesidad de financiamiento o de pervivencia y de subsistencia, bien porque las realidades las superan y las determinan. En todo caso, parece emerger una tensión entre el principio básico de la investigación como generación de conocimiento sobre objetos abstracto-formales y el reconocimiento del carácter mutable de la realidad.